Mary Lovelace O'Neal: Lo que pinto ahora lo hago con un completo sentido de entrega

La destacada artista conversa en exclusiva con Vogue, a propósito de su más reciente exposición ‘HECHO EN MEXICO—a mano’ que se exhibe en la Galería Marianne Boesky.
Mary Lovelace O'Neal Lo que pinto ahora lo hago con un completo sentido de entrega
Foto: Lance Brewer.

Mary Lovelace O'Neal (1942) es una figura trascendental en el mundo del arte. Nacida en Jackson, Mississippi, O'Neal ha explorado a lo largo de su carrera una amplia gama de temas, desde la identidad, hasta la política, pasando por el activismo en el Movimiento de Derechos Civiles en Estados Unidos, hasta el paisaje emocional de su mundo, con un lenguaje profundamente evocador.

Desde sus primeros días en el arte, hasta su imponente presencia como profesora en el San Francisco Art Institute, O'Neal no solo ha creado sino que también ha fomentado un espacio para el diálogo crítico. Su trabajo ha sido reconocido y exhibido en tantos museos y galerías alrededor del mundo, consolidándola como una de las voces más potentes y persistentes en el arte contemporáneo.

En esta oportunidad, en el marco de su muestra HECHO EN MEXICO—a mano, en la galería Marianne Boesky en Nueva York, la artista habla de los retos de su práctica y de una filosofía de vida que trasciende décadas, movimientos y etiquetas.

Desde la ciudad de Mérida, al sur de México, con voz suave, Mary Lovelace atiende al otro lado de la línea con una dulzura propia de quien lo ha visto todo, y de quien tiene todo por compartir:

Vogue: Nos advirtieron que le gusta hablar a través de historias y queremos saber cómo son los días en Mérida, al sur de México, en su estudio

Mary Lovelace: Es uno de los estudios más fantásticos que he tenido. Toro, mi esposo, lo construyó para mí. Fue una especie de soborno, para convencerme de venir a vivir a tiempo completo a México. Y cuando entré, estaba impecable. Lo único que sigo trayendo de Estados Unidos son mis colores, para asegurarme de que lo que estoy usando resistirá la luz y, ya sabes, lo que las pinturas deben soportar a medida que envejecen.

¿Si no hubiese sido artista, qué camino hubiese tomado?

La vida fácil (risas). No tengo idea de lo que hubiese hecho. Lo que sí sé es que hay algo que nunca pensé que haría, y es eso de enseñar durante más de 50 años. De hecho, nunca quise tener un trabajo. Nunca se me ocurrió, después de la universidad, que iba a tener que conseguir un trabajo. Aunque he trabajado la mayor parte de mi vida adulta, sabes, en lugares extraños, muy, muy extraños, haciendo cosas que no sabía cómo hacer y fingiendo que sabía hacerlas para conseguir el trabajo. Luego la gente simplemente me enseñaba cómo hacerlo porque obviamente yo no sabía, pero ha sido un largo camino.

Foto: Lance Brewer.

¿Y cuándo fue la primera vez que se llamó o se consideró a sí misma ‘artista’?

Creo que, después de la universidad, y es que pasó un tiempo antes de admitir que esta iba a ser mi labor de toda la vida. Fue en algún punto después de la universidad que decidí que haría cualquier cosa y todo lo necesario para poder hacer esto, que es pintar. Y he hecho todo lo que necesitaba hacer para mantener un estudio, para tener un techo sobre mi cabeza.

¿Y cómo ha sido la relación con el lienzo en blanco?

Eso es terriblemente aterrador. Cuando daba clases, y tenía que dirigir, creo que era un programa de galerías o alguna tontería que me hicieron hacer, tuve que reflexionar en la importancia del lienzo en blanco y lo angustiante que es, lo horrendo que es.

Ya sabes, tener todos estos lienzos nuevos, ahí ya hechos. Y yo ya no armaba mis propios lienzos. Ya no les aplicaba Gesso. Sabes, yo antes vivía para esa parte del proceso. Para poder tener estos lienzos y no tener que, ya sabes, “cambiarles el pañal luego”, por así decirlo. Todas esas etapas tempranas…

Cuando estaba ya lista para trabajar era una experiencia muy desalentadora entrar y ver ese lienzo blanco que te confronta. Como desafiándote. Te dice: “Te reto a poner un pequeño punto en mí”. Y así lo piensas y debes abordarlo de otra manera. Y regresas dos o tres días después, o tal vez regresas por la noche, un poco cuando está oscurecido por la tarde, y de alguna manera eres lo suficientemente valiente para atacarlo.

Y qué hay de las mujeres que la han acompañado a lo largo de estas décadas

Creo que muchas mujeres realmente hicieron posible el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos. Y algunas de esas mujeres que ahora ya no están, fueron mis amigas, las que me ayudaron a crecer. Nos ayudamos mutuamente a crecer.

También están las mujeres de mi familia, mis tías, mis primas, que a menudo eran más tías que primas, y cuyas recetas aún uso para cocinar. Y también están esas mujeres cuyos métodos de crianza fallaron conmigo porque esperaban que fuese a la universidad y que consiguiera un esposo médico o abogado, o alguien rico e importante. Y se equivocaron. Yo llegué a la universidad e hice lo que me dio la gana…

No podría nombrarlas a todas, porque seguramente dejaría fuera a algunas, pero creo que en este momento, menciono a Dori Ladner, que falleció hace unas semanas, y ella nunca supo que fue una heroína para mí. A Jean Wiley, que falleció hace unos años, una persona importante dentro del movimiento, que escribió y teorizó. Estas mujeres nunca supieron que eran mis heroínas. Yo no escribía o teorizaba sobre el movimiento en ese entonces…

Pero de cierta forma lo hacía y lo sigue haciendo con los títulos de las obras y las obras en sí

Durante mucho tiempo, quizás quería ser uno de los “grandes chicos blancos”, todos esos chicos tipo Pollock, que solo numeraban sus pinturas y las firmaban con una frase. Y así les funcionaba a ellos. Pero rápidamente se me hizo claro que yo tenía más que decir sobre mi trabajo que lo que un simple número podía ofrecer.

Así que encontré cosas que me divertían o preocupaban sobre cada pintura y en eso se convertía. Hay una obra cuyo título habla sobre niños y un saco de algodón y que hacía referencia al secuestro de niños. Así como una obra que habla sobre estas dos niñas pequeñas en Chicago que salieron un día a la tienda y que nunca regresaron. Y que después de aproximadamente una semana, semana y media, nadie comentaba más al respecto. Y esto sucedía una y otra vez en comunidades llamadas minoritarias. En las comunidades de personas negras y morenas, la gente desaparece y nadie dice una palabra al respecto. Parece que nadie se involucra, no generalizo, pero de ahí surgen los temas. Esos niños [las pinturas] tienen que tener nombres, no pueden salir al mundo sin un nombre.

Los medios, museos y galerías han enmarcado su trabajo en períodos, movimientos o técnicas. ¿Usted define su trabajo de alguna manera?

No, Ramón, no lo hago. Ni siquiera tengo que pensar en eso. Ese es el trabajo de ustedes. Todo lo que yo SÍ tengo que hacer es ponerme a mí misma en ese estudio y trabajar. No tengo que nombrarlo, cuestionarlo. Todo lo que pido es poder seguir yendo al estudio y hacer lo que sé hacer. Y la verdad es que el resto me importa un carajo. Lo que escriban o lo que piensen los demás… Incluso con mi esposo, y la mayoría de las veces que peleamos es por la pintura, ni siquiera es por el dinero (que nunca tuvimos mucho). Pero ya no tengo que hacerlo. Tengo 82 años. ¿Quién puede decirme ahora lo que tengo que hacer o lo que es bueno de lo malo? Lo que realmente me importa es esto, lo que hago.

Foto: Lance Brewer.

Lo que hago ahora lo hago con un completo sentido de la entrega. He vivido lo suficiente como para haber visto, con mis propios ojos, cinco o seis grandes movimientos de la pintura. Ya sabes, todo ese tipo de arte que ha estado el tiempo suficiente como para estar colgado en las paredes y recibir un sufijo de “ismo”. No tengo nada en contra de la crítica, de hecho he tenido el honor de que mujeres como Lilly Wei vieran mi trabajo y lo incluyeran en sus ensayos, describiéndolo de formas que yo nunca había pensado.

Y así que lleva mucho tiempo sacar todos esos “ismos” de tu cabeza para hacer lo que realmente quieres hacer. Ciertamente, en esta etapa de mi vida, no tengo que hacer nada que no quiera hacer. Entonces, volviendo a tu pregunta, no categorizo mi trabajo. No le doy un nuevo nombre. Solo espero que en el futuro la gente vea y sepa que este fue el trabajo de una vida. Eso es lo que hecho con mi pequeña y sórdida vida.

Y si no quieres pagar el precio de lo que vale mi obra, es porque ese cuadro no es para ti. Eso lo deben entender los coleccionistas. ¿Acaso estiman tan poco nuestro trabajo, como para venir a pedir descuentos?

Su forma de hablar y de nombrar piezas, podría sonar a poesía…

Odio la poesía Ramón (risas). Eso nunca ha estado en mi mente. No me gusta la poesía, no la entiendo. Hay formas más fáciles de hablar.

¿Y qué se necesita para ser artista, especialmente para alguien de una comunidad con menos representación?

Sal allá afuera y hazlo, y es mejor que lo hagas por las razones correctas, o te decepcionarás mucho cuando no estés en la portada de Artforum cada mes. Tienes que estar ahí, presente, aunque nunca mencionen tu nombre en el periódico. Tienes que estar ahí haciendo lo que sabes hacer porque eso es lo que es importante para ti.

Foto: Lance Brewer.

¿Y cómo ha cambiado su práctica en Mérida y para esta exposición?

Mi práctica ha cambiado, de nuevo. Cambió un par de veces, especialmente en los últimos, digamos 15 o quizás incluso 20 años, cuando ya no pude trabajar con solventes que necesitaba en la impresión y que pensaba eran la única opción para la pintura. También en la impresión de grabados, tuve que pasar a otros medios, y eso significa “con base en agua”.

Luego está el tema de mi discapacidad, debido a problemas en mi espalda y columna vertebral, realmente he tenido que hacer cambios drásticos, como que ya no puedo subirme fácilmente a mis escaleras y sillas para trabajar. Cosas que antes hacía sin pensar. Y, por lo tanto, he aprendido a hacer otras cosas, como cambiar la manera en que realmente organizo mis pinturas a los 82 años.

Yo hago mis colores en grandes bowls. Como nuestras madres y abuelas hacían los pasteles. Ahora simplemente tengo grandes cuencos y los bato y mezclo como si estuviera haciendo un pastel. Preparo varios cuencos grandes, anticipando lo que voy a usar, a diferencia de hace años, cuando corría por todo el estudio, usando todas estas diferentes paletas, corriendo, dándome prisa, realmente activa y, ya sabes, involucrada de una manera muy diferente. Bueno, de una manera en que los jóvenes se involucran con las cosas. Exactamente. Y eso ahora se ha ido para mí. Pero lo amo. Cualquier cosa que pueda hacer con pintura me hace feliz.

Estoy realmente agradecida porque Dios me ha concedido este tipo de inteligencia diferente para llevar a cabo estas cosas, porque ese es el punto. Quiero seguir haciéndolo, quiero seguir pintando y solo me toca averiguar cada vez cómo lograrlo.

HECHO EN MEXICO—a mano

En exhibición hasta el 4 de mayo de 2024. Marianne Boesky Gallery.

Dirección: 507 W 24th St, New York, NY 10011. Nueva York.