Día Internacional de la Mujer

Flor Garduño: “La luz es todo y la sombra es luz… Reconozco, soy una mujer feliz”

La destacada fotógrafa mexicana conversó con Vogue a propósito de su exhibición en el Palacio de Bellas Artes y una exposición paralela en la galería Patricia Conde.
Cesta de luz Sumpango Guatemala 1989 Flor Garduño.
"Cesta de luz", Sumpango Guatemala, 1989, Flor Garduño.Cortesía de Swann Galleries.

De Flor Garduño (Ciudad de México, 1957) se ha escrito tanto: Artista visual de la Academia de San Carlos, discípula de Kati Horna, radicada en Suiza pero con sus ojos puestos en los entornos rurales de México.

También ha recibido las etiquetas de paisajista, fotógrafa surrealista del blanco y negro, líder del desnudo femenino y la retratista de las comunidades indígenas; sin embargo, ella ya lo dejaba claro ante el Editor Senior de Vogue México, José Forteza, en la edición de agosto de 2021: “En lo personal, no me gusta encasillarme en ninguna corriente artística definida. Lo más importante para mí es que el alma y el corazón guíen mi trabajo y eso me emociona. Dejo a la libre interpretación del público el definirme en una corriente artística”.

Con esto en mente, decidimos retomar el diálogo con la fotógrafa Flor Garduño, quien acaba de presentar la exposición Senderos de vida en el Museo del Palacio de Bellas Artes (hasta el 2 de junio de 2024). Asimismo, la galerista Patricia Conde presenta la muestra Citas y encuentros. Dos grandes momentos de arte que cuentan con la curaduría de Ery Cámara.

Mientras los invitados comenzaban a llegar, dejándose llevar por el blanco y negro, en una calurosa tarde de marzo, esto fue lo que nos dijo la artista:

Vogue México: ¿Usted es consciente del impacto de su obra?

Flor Garduño: (Pausa) En ocasiones me han dicho “gracias”… Y es gracias a ese tipo de momentos que como mujer me siento acunada, más tranquila y con ganas de vivir. Quiero contarle esta anécdota para poder explicarlo mejor:

Estaba en Suiza, un día iba en el carro, iba sintonizando la Rete Due [radio cultural con sede en Lugano]. La entrevistadora estaba hablando con un terapeuta y le preguntaba sobre cuáles eran los caminos de la sanación. Él le respondió que eran tan diversos y misteriosos… Estaba la cuestión química, los medicamentos, lo farmacéutico, lo analítico, lo optativo, la medicina china… Luego, el experto refirió que había tenido un paciente masculino con depresión, que en su consulta le había confesado que tras algunas sesiones, y escuchando sus consejos, había encontrado mucha paz y tranquilidad. El doctor se quedó muy sorprendido de que el proceso hubiese sido tan rápido. Hasta ahí todo iba normal…

Recuerda que yo iba manejando, entonces, el doctor continúa y dice que el paciente le confiesa que al estar en su consulta –en el plazo de unos tres meses– se había fijado en un enorme cartel que estaba detrás del doctor. Al parecer era una fotografía que le había dado una gran tranquilidad. Ahí la entrevistadora interrumpe y le pregunta al experto si podría describir este cartel o decir de qué/quién era… A lo que el hombre responde: “Es una foto de una mexicana, que actualmente vive en Suiza, fotógrafa y que tuvo una exposición… Flor Garduño. Yo compré el cartel de la exposición y lo tengo en mi consulta”.

Imagínese entonces, yo no voy por el mundo diciendo mis imágenes curan. Pero yo ni lo pregunté. La respuesta a esta pregunta que me hace ahora, me vino de gratis, manejando.

Y no es la única vez que le pasa…

No, cuando expuse por primera vez grandes formatos en Santa Fe, Nuevo México, se me acercó una mujer y me dio las gracias. Le respondí amablemente por haber asistido y haberse acercado. Sin embargo, ella no agradeció solo por la muestra, de pronto me dijo: “Estoy atravesando un cáncer, me están aplicando quimioterapia, la he pasado pésimo. Pero el haber venido aquí me ha traído una relajación y una conexión espiritual profunda”. Desde entonces no dejo de ir a mis exposiciones. En el pasado evitaba ir porque me daba pena, quizás asuntos de timidez. Ahora no me pierdo en lo posible las exposiciones. Si no voy, esa energía “circular”, no me llega. Y este tipo de cosas me sirven de alimento.

¿Podría hablar de estas obras con color que están ahora en la Galería Patricia Conde?

Es un nuevo proyecto en el que estoy trabajando. Le llamo “color en blanco y negro”. Yo muchas veces trabajo con una cámara Leica, que se puede alternar con color o puede trabajar en blanco en negro. Un día me di cuenta de que muchas de las cosas que están ahí y que vemos en la realidad –o que más bien yo veo–, pues son monocromáticas. Y me doy cuenta de que hay color porque veo una florecita tirada en el asfalto, una maceta… Algo por estilo.

Eso comenzó a ser muy interesante. Entonces, por ejemplo, me tomé en serio este ejercicio con las manzanitas que aparecen en [la obra] “¿Dónde está Albert?”. Estaba tomando esa foto en blanco y negro en mi casa, por la mañana, con una luz espléndida. De pronto veo que va apareciendo la sombra sobre el cemento pulido. Allí estaba esa sombra obscura y el cemento pulido claro, y una luz bastante ligera en gris. Se me hizo realmente fascinante poder tomar aquello: Esas dos manzanas, tal y como estaban, pero alrededor todo en blanco y negro. Es una propuesta que voy a seguir trabajando.

¿Y qué es para usted la luz y la sombra?

La luz es todo y la sombra es luz.

¿A estas alturas hay algún reto pendiente con la cámara?

Esta soy yo. Esta es mi vida. Yo todo el tiempo estoy viendo, me estoy imaginando, estoy construyendo con la mente y en alto veo. Si no, se me haría superaburrida la vida.

¿Hay algún mensaje detrás de la figura humana en sus fotos?

Los tres primeros años de mi carrera no había ni una sola figura humana. Y mis compañeros, y mucha gente (incluidos mis maestros) me preguntaban que por qué no había un humano. Yo les decía en ese momento que no había encontrado el motivo importante, ese motivo interesante para que lo hubiese. Entonces, haya un humano o no lo haya, para mí, eso es irrelevante. Solo basta con que exista algo interesante, profundo, algo que pueda darte un extra a ti [quien lo ve] y es algo que hay que trabajar.

¿Y qué hay de abstracto y de figurativo?

Así como me gusta el arte figurativo, me gusta el arte abstracto y es así en la fotografía. Puedes hacer abstracciones y puedes hacer retratos, y sí, claro, son géneros. Pero a mí me gusta trabajar todos los géneros, entonces no es que me guste solamente una cosa. Me gusta el retrato, el desnudo, me gusta trabajar el still live, me gustan las naturalezas silenciosas. Ahora con el color en blanco y negro. Hay que aprovechar todo para diversión, para alimento.

La ropa pareciera jugar un papel importante en estas composiciones. ¿Hay algún diálogo previo?

Si todos supieran que (suspira) –y es algo que repito tanto– trabajo de una manera tan sencilla. Que lleven o no lleven un pantalón, que haya una camisa, o un animal… Eso es irrelevante. Yo trabajo de una manera muy sencilla. No trabajo con luces, ni con grandes cosas. Salgo con una mochilita, a veces un tripié. Al trabajar con compañeros fotógrafos, ellos siempre llevaban unas cámaras con unos lentes telefotos enormes y se iban a hacer sus reportajes… Y yo siempre he ido con mi camarita, con mi Leiquita. El resto es irrelevante.

Usted que viene de la revista Vogue: Le comento que tuve una exposición en Lugano y se me acercaron dos señoras ya grandes y me dijeron: “Nos encantan sus fotos porque nos sentimos incluidas, vistas. No son como las de Claudia Schiffer o Naomi Campbell. Sentimos que podemos estar allí”. Y por supuesto, les respondí, la mayoría de mis desnudos son mis amigas y ahí hay complicidades, risas, proyecciones o miedos, que se trabajan en ese momento. Eso es realmente lo que importa.

¿Y qué piensa usted al ver su obra, tanto la muestra en Bellas Artes, como esta exposición en la galería?

Lo más importante, ante todo esto que la gente está viendo, va a ser el libro Senderos de vida, que va a salir en abril o mayo. Estoy por irme a Italia para retomar este tema. Y realmente lo que más me interesa –de todo lo que hago– es pensar en estos libros, porque al final es lo que queda. Es un gran honor estar en Bellas Artes y estar aquí con Paty… Hay también una felicidad al ver mis libros a lo largo de los años. Siento un gran júbilo por dar vida a 45 años de fotografía inédita.

¿No será entonces un libro de retrospectiva?

No, son fotos inéditas y nuevas. Y solo hay un máximo de 8% de cosas ya expuestas, pero no impresas.

¿Considera que su obra es ya un testimonio de arte mexicano?

Yo no tengo la posibilidad de saberlo, pero siento que al menos este libro es algo palpable. Algo que está allí, al alcance de la mano y que no tiene que ver con estos temas cibernéticos, ni con las inteligencias artificiales. Precisamente en el texto de este libro, Teresa Siza, habla de eso: Cómo estas fotos son algo que ella no se imagina ni cercano al tipo de fotos que pueden ser hechas con la inteligencia artificial; y estoy acuerdo, porque todavía se siente que este tipo de imágenes pertenecen a la humanidad –con todas sus limitaciones, con todos sus logros– pero alejadas de la cuestión cibernética.

Flor Garduño es…

Una mujer feliz… Y agradecida.