El concierto de Young Miko en CDMX sanó completamente a mi adolescente invisibilizada

Young Miko se presentó por primera vez en el Pepsi Center de la Ciudad de México y esto fue todo lo que me hizo sentir.
Young Miko concierto CDMX
Medios y Media

No me enorgullece confesar que estuve 6 horas esperando en la fila del concierto de Young Miko con la esperanza de verla a los ojos unos segundos. ¿Para qué? No sé. Quizá la única razón por la que me sumergí entre la marea de chicas de la Gen-Z dispuesta dejar mi vida atrás en un esfuerzo por llegar a la primera fila del concierto, es porque quería asegurarme de que lo que estaba viendo era real.

Regresemos unos años en el tiempo. Aquellos días en los que el internet se cargaba conectando la computadora a la línea telefónica y Miley Cyrus aún era Hannah Montana, no había mucha representación de mujeres que aman a otras mujeres (apta para todo público) más allá de un beso fugaz en el escenario para atrapar la mirada lasciva de los hombres, o… Ellen DeGeneres. E incluso en su caso, el que le gustaran las mujeres era un hecho implícito que no se mencionaba durante su programa ni se veía en acción (ni tendría por qué hacerlo, finalmente era un talk show como cualquier otro).

A ver, no nací en la edad de piedra, claro que sabía que las lesbianas existían, solo no sabía cómo se veían, ni dónde estaban, ni cómo encontrarlas. Así, a mis 15 años simplemente me resigné y asumí que a todas las mujeres nos gustaban las mujeres (aunque fuera un poquito) pero que simplemente estábamos destinadas a pasar nuestras vidas con un hombre.

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Ahora, 15 años después y rodeada de una multitud de mujeres (sí había hombres, pero me daré el lujo de ignorarlos en este caso porque resulta que eran la minoría) esperando a que el concierto empezara, pude notar que todas teníamos algo en común. Éramos un grupo de personas que finalmente había encontrado la piedra filosofal, el unicornio, la sirena: el mito. La mujer que le canta a otra mujer con el mismo descaro que un hombre.

Y se llama Young Miko.

“Pero si canta con el mismo descaro ¿Por qué, entonces, te gusta escucharlo?” Me han preguntado miles de veces.

Porque sí me gusta que me insinúen cosas sexuales y que me canten canciones explícitas, respondo. Solo no me gusta que lo hagan los hombres.

Así de sencillo.

Crecí escuchando Gasolina de Daddy Yankee cuando ni siquiera sabía a qué se refería con el albur, Noche de Sexo de Wisin y Yandel, y ahora Tití me Preguntó de Bad Bunny, Despechá de Rosalía, e incluso alguna que otra de Rauw Alejandro y Karol G. Todas ellas me hablan de una atracción innegable que me llama a perrear hasta el suelo, sí, pero que me remite tan sólo a la mitad de mi propio deseo. Un hombre mirando a una mujer, una mujer deseando ser mirada por un hombre. ¿Y las mujeres que amamos a otras mujeres?

Invisibles.

Cuando Younk Miko abrió su concierto con la canción Lisa, y escuché en vivo de la voz de una mujer la frase “hablando claro: tengo un problema, y es que rápido me enchulo de las nenas…” mi corazón dio un vuelco. No sólo porque me encanta la canción, sino porque mi yo de 15 años no podía creer lo que escuchaba. Una mujer diciendo abiertamente que quiere tocar a otra mujer, besarla, llevársela al cuarto… si hace 15 años hubiera sabido que alguien como ella existía y que además podía subirse a los escenarios y cantarlo sin miedo, muy probablemente me hubiera ahorrado citas incómodas con hombres que, por más que lo intenté, nunca me gustaron.

Verla cantar 8 AM (“Es de madrugada y tú dormida sin ropita”), Fina, Putero… no era del todo diferente a las canciones de trap y reggaetón que ya había escuchado, pero un ligero detalle hizo toda la diferencia: era una mujer quien cantaba, con una bandera arcoíris al hombro, portando con orgullo lo que a su edad a mí aún me parecía una fantasía.

A la mitad del concierto, cuando se metió entre el público a cantar Wiggy, no pude evitar pensar en la valentía que se requiere para saberse distinta a la heteronorma y aún así lanzarse a mostrarlo con orgullo y sin miedo, especialmente en Latinoamérica, donde los crímenes de odio no paran, la adopción homoparental sigue estigmatizada, y admitir tu disidencia puede implicar el rechazo de seres queridos por falta de empatía y educación.

Admiro a Miko por muchas razones, y una de ellas es la manera tan natural en la que está arrasando un género musical dominado primordialmente por los hombres. Pero es que la cantante puertorriqueña no sólo se para con confianza en medio de un mundo de hombres, sino que lo hace sin sexualizarse para ganarse a la aprobación de la mirada masculina.

En esta lucha de géneros, las mujeres que conquistan el mundo de la música suelen hacerlo gracias a su talento y su capacidad para lucir atractivas según estándares de belleza principalmente masculinos, o lo que hoy en día se conoce como la male gaze.

Pero Miko le apunta directamente a la female gaze y toma el micrófono sin bailar muy distinto a como bailaría un hombre en su lugar. Aún así, el auditorio ruge con emoción pidiéndole que se quite la camisa, levantando carteles que le piden besos, gritando las letras de sus canciones más fuerte que ella.

Si voy más allá y realmente la veo de cerca, tan cerca como estaba, tampoco era una mujer desafiando el género a través de comportarse como un hombre, sino que podía apreciarse el maquillaje impecable y su cabello platino brillando con un peinado elaborado. Young Miko no está donde está por haberse parado entre hombres como si fuera uno de ellos, sino que se roba el corazón de todes rompiendo una barrera de género que, por lo menos a las mujeres, nos ha mantenido muy lejos de poder experimentar el éxito sin sexualizarnos.

Cuando finalmente cerró con Classy 101, el éxito que lanzó de la mano de Feid, Miko abrió un espacio histórico en el escenario para las mujeres que buscamos voces femeninas que nos deseen tanto como los hombres, y que lo hagan desde un lugar donde pueden habitar su masculinidad tanto como su feminidad sin poner ambos polos del género en guerra.

Cuando acabó el concierto y salí detrás del mar de mujeres que habían ido a escucharla, entendí que Young Miko está rompiendo el mundo de la música porque, como siempre, las mujeres estábamos en segundo plano. Los hombres no cantaban reggaetón para nosotras, lo cantaban para ellos. Mientras tanto, Miko canta para las mujeres a quienes nos gustan las mujeres, aquellas que no teníamos un ápice de representación en la música latina, y lo hace mientras destroza con un flow tremendo los estereotipos de género que a mi yo de hace 15 años la tenían aprisionada en un mundo sexualizado y heteronormado.

Mientras escribo esto, una parte de mi no deja de emocionarse por saber que estas generaciones tendrán a Young Miko para saber lo que se siente escuchar de la voz de una mujer cómo quiere desvestirte, y poder admitir que te gusta sin tener que faltar a la escuela para ver a Ellen DeGeneres en una búsqueda desesperada por encontrar un ápice de representación en alguna esquina recóndita del escenario.