Christy Turlington portada Vogue Mxico marzo 2024.
Marzo 2024

Christy Turlington, Raquel Zimmermann, Angelina Kendall y Mahany Pery protagonizan la portada de Vogue

Fotografiado por Inez & Vinoodh, Vogue, Marzo 2024.

La mujer se revela en dos dimensiones contrastantes y complementarias. Por un lado, emerge su faceta sutil y vulnerable, con su lado emocional y sensual. Y por el otro, se despliega en su versión poderosa y audaz, lista para desafiar al mundo.

Y es que nuestro ser más intrínseco reside en los fragmentos que vale la pena cuidar, porque constituyen la cúspide del futuro. Fragmentos que construyen nuestras propias enterezas, nuestro propio empoderamiento. La profunda distinción de ser mujer nos lanza hacia una búsqueda donde la sensibilidad puede atesorar los componentes férreos del sentir, postulándose como la protagonista indiscutible en búsquedas que, muchas veces, no culminan nunca. Y tal vez está bien que así sea.

“Un lugar pertenece para siempre a quien lo reclama con más fuerza”. Ser mujer y pertenecernos con una autenticidad desbordante de fidelidad, supone embarcarse en un periplo de vulnerabilidad donde la sensibilidad y el necesario libre albedrío, conforman la quintaesencia de los escenarios que se engrandecen ante nuestro accionar. Escenarios que somos capaces de liderar, dimensiones que se sienten como una bocanada de aire fresco al borde de una montaña, y que nos impulsan a adueñarnos de nuestra propia vida.

La dualidad se torna impetuosa en la mirada. Se revela en las miradas de estas páginas. Páginas que retratan una imagen compleja y auténtica repleta de vigor y vulnerabilidad en su estado álgido. En un intercambio que apoya el criterio de que encasillarnos como mujeres es una idea obsoleta, porque obsoletas son y siempre han sido las etiquetas, como así también el tener que elegir definirnos con poder antes que vulnerabilidad, o vulnerabilidad antes que poder. Una dualidad ampliamente opuesta, cobra sentido.

Un manto femenino de poder y audacia es capaz de transformar el mundo que conocemos. Sintetizar el poder de las mujeres o definirnos es reducir un campo de conquista que podría pasar a la historia. Y no cabe duda que hemos hecho historia en los últimos años, en las últimas décadas, en los últimos siglos, y seguiremos escribiendo la historia del mundo al poner en valor la dualidad propia de cada una de nosotras. Una dualidad sin explicaciones, una dualidad que se sitúa a media distancia entre la vulnerabilidad y la sensibilidad, entre la versión más poderosa y la audacia en su máximo esplendor. Misma audacia que encapsula la idea de fortaleza y se torna sublime gracias al espectro cromático que nos envuelve, a las materialidades, diseños y caídas de las telas que elevan nuestro pasado, presente y futuro. El ser mujer siempre estará en un primer plano, la esencia siempre estará en primer lugar, y la dualidad será parte de una historia donde el ser mujer definitivamente se conecta con el deseo de vestir. El vestir nos impulsa. El vestir impulsa nuestra vulnerabilidad y nuestro poder, lo enriquece, lo representa, el vestir es testigo de una evolución hacia quien queremos ser. Y al abrazar nuestra esencia, la dualidad sin lugar a dudas cobra vigorosidad. Ciudades enteras tienen la virtud de resplandecer cuando la vulnerabilidad estrecha lazos inequívocos con la audacia, con nuestro poder. Al final del día, no hay nada por demostrar. Hay mucho por ser, por expresar, por transformar, por evolucionar, por abrazar. Abrazar todo lo que deseamos ser bajo una mirada dual.

A la par que una evolución se desenvuelve, permitimos que el mundo nos enriquezca mientras nos dedicamos a enriquecer un universo que necesita y aprende de nuestra dualidad, y que quizás algún día logre comprenderla o, mejor aún, celebrarla. “Sin claridad no hay voz de sabiduría”, decía la escritora mexicana Juana Inés de la Cruz. Sin dualidad jamás seríamos las mismas, jamás conseguiríamos forjar el lazo que en estas páginas nos vuelve una.


En este reportaje: peinado, Mustafa Yanaz/Art+Commerce; Aaron de Mey/Art Partner; manicura, Deborah Lippmann; diseño en set, Jill Nicholls; iluminación, Jodokus Driessen; dirección de arte, Marc Kroop; producción, Michael Gleeson y John Nadhazi/VLM productions; digitalización, Brian Anderson; director de casting, Ignacio Murillo; asistentes de moda, Oscar Barragán y Federica Soto- Hay; asistentes de foto, Pat Roxas, Fyodor Shiryaev y Van Strahl.