Punto de vista

Soy argentina y esto significó ganar la Copa Mundial de Fútbol, más allá de Lionel Messi

Con el triunfo de Argentina, el fútbol se resignifica y, con él, una nueva narrativa surge en torno a este deporte.
Soy Argentina y esto significó ganar la Copa Mundial de Fútbol ms all de Lionel Messi
Sebastián López Brach.

Un martes a las 7 AM, después de un fin de semana largo en Argentina y con lo difícil que es madrugar luego de varios días de descanso, un país entero unía sus corazones teñidos de celeste y blanco para acompañar a su selección, con la ilusión intacta y brillante como el sol, en el primer partido por la Copa Mundial en Qatar 2022. Entre medialunas y mates, pocas horas de sueño, nervios, cábalas –muchas cábalas–, comenzaba a suceder algo mágico que no dejó entreverse tan rápidamente. 

Quizás Lionel Messi, ante la derrota de Argentina contra Arabia Saudita, fue el primero en vislumbrar que algo se estaba gestando, aún incluso en el fracaso: ‘hay que estar más unidos que nunca. Sabemos que hay que ganar o ganar, no hay excusas. Pero estamos preparados, téngannos confianza’, declaró al terminar aquel primer partido. O en la emotiva serie, Sean eternos: Campeones de América, de Netflix, en la que se animó a mirar a cámara y confesar su ilusión, incluso su suerte de intuición, de que esta Copa podía ser nuestra.

No creo que nuestro humilde capitán se haya imaginado lo que el país entero iba a confiar. Cómo iba a unirse, a alentar, a rezar, a enfriar jugadores en el freezer ni que haya sido tan consciente de que con sus actos y palabras, él y su equipo, estarían creando nuevos significados. Con este mundial se empezó a escribir una nueva historia para nuestro país, no solo la de volver a ser campeones del mundo después de 36 años, sino también la de un fútbol más sensible, con un álbum repleto de nuevas figuritas para coleccionar en nuestros corazones y con más espacios para todos y todas. Y claro, la hinchada tenía que estar a la altura y así, como la más potente del mundo, alentó a toda furia y mientras que escribo este artículo hay 4 millones de personas, vibrando bajo la misma pasión, recibiendo a nuestra selección por las calles de Buenos Aires.

Sebastián López Brach.

Después de la primera gran decepción, y ya con el diario de lunes, hoy las calles de Argentina son una verdadera fiesta. Un primer partido que nos dejó amargura, pero también la enseñanza de que cada historia puede cobrar dimensiones inesperadas. Incluso finales inciertos. Messi lo hizo y también lo dijo en un tweet: ‘Muchas veces el fracaso es parte del camino y del aprendizaje y sin las decepciones es imposible que lleguen los éxitos’. Una celebración apasionada que festeja por la copa, pero también por una nueva narrativa que comenzó a escribirse en torno a este deporte que despierta la pasión de multitudes. Multitudes que hicieron lugar a aquellas y aquellos que, incluso, no consumen fútbol a diario, es que no hay quien no se haya sentido parte de esta gloria. Más de 40 millones de personas pudieron escuchar nuevas voces, hacerse de nuevos ídolos e ídolas y hasta sacudir viejos patrones que ya no resuenan con el nuevo orden mundial. 

Una de esas voces fue la de Sofía Martínez, periodista deportiva, parte del equipo de la Televisión Pública Argentina y dueña de ese momento junto a Leo Messi que, desafiando toda ley efímera del internet, se volvió tan eterno como viral. En la entrevista, el campeón del mundo la mira a los ojos, con esa mezcla de ternura y humildad que tanto lo caracteriza, mientras Sofía le dice –dominando la adrenalina y las emociones a flor de piel–, lo que cada persona de su país quería decirle: ‘Esto no es una pregunta, solo quiero decirte que atravesaste a cada uno de los argentinos. No hay nene que no tenga tu remera, ya sea la oficial, la trucha o la imaginaria… marcaste la vida de todos y eso para mí, es más grande que cualquier Copa del Mundo. Es un agradecimiento por un momento de felicidad tan grande que le hiciste vivir a tanta gente’. 

¡Y vaya que con los tiempos difíciles que corren en esta tierra de tradición futbolera, se necesitaba volver a creer! Por las redes, #elijocreer abundó; los memes de Messi diciendo ‘¿Qué mirás, bobo? Andá pá allá’, que muy bien hicieron eco nuestras feministas para alzarlo como un nuevo lema de protección ante la violencia de género con la que convivimos cada día. En las calles las sonrisas flamean al son de las banderas, las bocinas, los festejos y las juntadas para celebrar nuevas conquistas con sabor argento que van mucho más allá de cada gol que hizo o defendió nuestro equipo en los partidos, los alargues o los penales.

Sebastián López Brach.

Celebramos la Copa del Mundo pero también el nacimiento de una nueva narrativa. Tener la certeza de que las nuevas generaciones de hombres tienen a un ídolo como Messi que los guía, es de lo más tranquilizador. Un referente cargado de humildad y de valor, con una historia de auto superación impactante. Como la de sus compañeros, también convertidos en ídolos de multitudes, Emiliano ‘Dibu’ Martínez, arquero de la selección y figura clave del mundial, hablando de salud mental en las entrevistas, Ángel Di María, centrocampista, dándole una patada al qué dirán, contando cómo su entrenador, de pequeño, le dijo ‘sos un desastre, nunca vas a llegar a nada. Vas a ser un fracaso’… Lionel Scaloni, director técnico de la aclamada Scaloneta –como el pueblo bautizó a la selección argentina bajo su liderazgo– dando cátedra de cómo poner las emociones antes que el juego, expandiendo el mensaje de que el juego se juega, pero que el bienestar está siempre por delante, llorando a cámara sin pudor a su vulnerabilidad, conteniendo a sus hijos luego de un partido difícil… Cada una de las lágrimas derramadas por estos referentes masculinos comienzan a ser parte del entretejido educacional, construyendo cultura a fuerza de amor, trabajo en equipo, confianza, pasión y fe. Aquella postal de Messi, retratando junto a Antonela Roccuzzo, besando a la copa con paciencia y ternura, después de jugar el partido, quizás, más difícil y significativo de su carrera, quedará en la historia. No solo por retratar a una masculinidad más sana, sino también por romper patrones, como aquel que decía que la copa solo pueden tocarla los campeones. O el abrazo sincero que el mismo Lionel Messi le dio a Antonia, una de las cocineras del plantel, que corrió hacia él por la cancha al terminar el partido.

Pero en las calles también se celebran, especialmente, esas voces femeninas que a fuerza de trabajo duro y voluntad, se hicieron lugar por primera vez en la historia del fútbol masculino argentino y que abrieron camino a todas esas chicas que, aunque a la hora de salir a la cancha les cueste conseguir botines de su talla, hoy tienen un norte a quien seguir. Entre ellas Ángela Lerena y Lola del Carril, periodistas deportivas y relatoras de fútbol, fueron las primeras relatoras femeninas en una Copa Mundial de la televisión argentina. 

Innegable que una nueva historia se esté escribiendo. Batallando con esa vieja creencia de que ‘las mujeres no saben de fútbol’ y a golpe de trabajo duro y de tener que demostrar que sí se está a la altura, hoy son parte de los goles que festejar. O nuestras seis hermanas que oficiaron de árbitras, y que también abrieron campo de juego por primera vez en la historia en un Mundial de Fútbol. Una suerte de calma colectiva corre en el aire entre las mujeres por esa puerta que nos abrieron para que sepamos que también podemos formar parte de esto y que siendo mujeres podemos cumplir nuestros sueños más grandes.

Sebastián López Brach.

Es innegable que esto sea el comienzo y que es un inicio fuertemente batallado, como Ángela Lerena publicó en Twitter: ‘me costó 27 años de carrera’. Y nosotras, lo sabemos, sabemos que también le costó juntar el valor para dejar a sus hijos un mes, dormir cuatro horas diarias y sortear el recelo que aún juega dentro la cancha y fuera de ella. En la televisión escuchamos a quienes relatan decir ‘amigos y amigas del fútbol’, tenemos el sabor de que ya somos parte. En las calles festejan niñas y mujeres, sintiéndose unas más, como la abuela ‘La la la’ de Liniers, que su verdadero nombre es Cristina y tiene 76 años, y que no hay ser en Argentina que no la conozca, porque ella salió a festejar a la esquina de su casa y los muchachos la hicieron parte, convirtiéndola en una suerte de cávala y otro eslabón más de esta historia con sabor a frescura e integración. Viralizada por todos los medios, no solo se animó a salir a revolear la bandera albiceleste entre jóvenes eufóricos, sino también a aclarar en las entrevistas que ella no es abuela, plantando una semilla ante millones de mujeres sobre el deseo de ser madre y el no deseo. Incluso, del hablar sin saber. Y entre risas, en las redes, se comenta que la bandera de la diversidad no la pudimos llevar a este Mundial, pero que la ironía está de nuestro lado y la bandera del arcoíris la alzamos a través de la voz de Lali Espósito cantando nuestro himno en el último partido. 

Sebastián López Brach.

Ver cómo la cultura popular educa de una forma tan sana es algo conmovedor. Sabemos que el camino es muy largo, que falta muchísimo por andar y acomodar, pero vemos la luz de ese sol de nuestra bandera al final del túnel y eso no es poco. Volver a creer, reaprender, sentir la alegría colectiva que flota en el aire como hacía tiempo no se sentía, en un país que cada día se vuelve más hostil, nos lo merecíamos y nuestros héroes y heroínas de esta historia que no tiene techo, sino un césped radiante esperando una nueva jugada, también. ‘Te lo pido por Messi’, le rezábamos a Dios, sabiendo lo merecido que tenía nuestro campeón este logro después de tantos intentos. Y en esa euforia que tanto nos caracteriza como hinchada argentina, no le dejamos dudas a nuestros jugadores la felicidad que trajeron a esta tierra sureña. Una felicidad desbordada que en su recibimiento en Buenos Aires no los dejó avanzar más de 17 Km –de los 100 km que pensaban recorrer–, y así como una película, tuvieron que rescatarlos en helicópteros pero con la certeza más a flor de piel que nunca, que esta hinchada volvió a soñar y no puede estar más agradecida por eso.