Punto de vista

En clave colectiva y sorora: así se vivió el 8M en Argentina

En el marco del Día Internacional de la Mujer, las calles de Buenos Aires se tiñeron de púrpura y de una fuerza femenina cada vez más grande, potente y con objetivos claros.
Marcha feminista en Argentina contra la violencia de gnero.
Marcha feminista en Argentina contra la violencia de género.Lucía Prieto.

Sentir que la calle es segura en Argentina, solo se siente en un 8M. En realidad, es difícil poner en palabras lo que se siente en una manifestación pública por nuestros derechos si nunca se estuvo en una. Estamos bajo un manto energético que vibra sobre cada una de nosotras, organizadas para caminar juntas hacia un futuro que esperamos y rogamos sea más justo. 

El tono sigue siendo grave y basta con leer algunas de las pancartas para darse cuenta: ‘Nos están matando’, ‘Marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo’. Pero cada 8M sentimos que las calles son nuestras y que estamos al cuidado de miles y miles de perfectas extrañas que queremos lo mismo: un alto a la violencia de género y el comienzo de un mundo que nos trate como iguales a nosotras y a todas las identidades de género. 

‘Cada 8M sentimos que las calles son nuestras y que estamos al cuidado de miles y miles de perfectas extrañas que queremos lo mismo: un alto a la violencia de género’.

Lucía Prieto.

Desde la mañana llegaban a la Plaza del Congreso en Buenos Aires, grupos de compañeras, de amigas, de madres con sus hijas, hasta tres generaciones juntas. Entre abrazos y palmadas de fuerza, hubo muchas bienvenidas. ‘Es la primera vez que vengo, estoy feliz, no entiendo cómo no vine antes’, me dijo una joven que por primera vez salía a la calle un 8M. Frente al congreso hubo actividades, momentos de debate y escucha, muestras artísticas y mucho sentimiento colectivo. ‘Si no tenemos los mismos miedos, no tenemos los mismos derechos’, posteó en redes sociales Sol Despeinada –médica, docente y militante feminista argentina, que se volvió viral después de la violación en grupo y en plena luz del día en el barrio porteño de Palermo hace una semana–, también se volvió leyenda de carteles, remeras y pinturas. No es casualidad que haya resonado tanto entre nosotras, es que ya no sabemos cómo explicarle al mundo por qué salimos a marchar cada 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. 

‘El camino es juntas y por debajo de ese abrazo sororo que no deja afuera a ninguna’.

Lucía Prieto.

Parece que los datos no alcanzan, aunque sean aterradores: en Argentina tenemos un motivo cada 27 horas para salir a recordar que seguimos siendo propiedad de un sistema al que le cuesta entender que vivimos con miedo de salir de casa y no volver. El 8M nuestros sentimientos están mezclados, pero esto tampoco es culpa nuestra. La panorámica de la calle es de lo más inclusiva y lo explica todo… Mujeres abrazadas, con el maquillaje corrido por las lágrimas y soportando la foto de aquella que ya no está junto a ellas. Mujeres danzando al ritmo de tambores y sintiéndose más libres que nunca con cada uno de sus movimientos. Mujeres cantando para que nos vean y también para que nos escuchen. Mujeres con sus hijas e hijos de la mano, ululando y jugando a ser las guerreras imparables del mejor ejemplo. Pero todas, con nuestras diversidades y similitudes, estamos soportando tristeza, enojo y alegría al mismo tiempo. 

Siglos y siglos soportando nos dieron la fuerza para hoy poder seguir haciéndolo, pero no en silencio. Y año a año hay algo que nos va quedando más claro: no podríamos hacerlo solas. El camino es juntas y por debajo de ese abrazo sororo que no deja afuera a ninguna. Así rotas pero esperanzadas, tomadas de la mano, seguimos caminando. Nos decimos ‘feliz lucha’, nos vestimos de púrpura, nos enroscamos nuestros pañuelos, nos ponemos glitter, nos alegramos de ver a nuestras compañeras, hacemos carteles bonitos con frases fatales… pero el dolor y la impunidad que sentimos jamás se diluye. Siempre se deja ver detrás del maquillaje. Debajo de los cantos, los tambores, los bailes y el glitter, está el enojo y, detrás del él, la angustia. 

 ‘Sacamos fuerzas y lo hacemos por todas las que nos faltan’.

Lucía Prieto.

Aún así, sacamos fuerzas y lo hacemos por todas las que nos faltan, por todas las veces que tuvimos miedo y por todas las que vienen, porque queremos a nuestras hijas seguras y libres. Queremos festejar los pasos que hemos dado que –aunque sabemos que faltan– han sido muchos. Queremos celebrar a nuestras ancestras por el camino que nos han allanado y por haber sido tan valientes. ¡Ay, si nos vieran! Y aunque por momentos ese choque de emociones sea difícil de sostener, no nos paralizamos. 

Seguimos marchando, aplaudiendo y cantando ‘mujer, escucha esta lucha’ porque queremos ser más, queremos ser todas y ver que año a año somos más, nos llena de esperanza y de fuerzas. Porque América Latina será toda feminista, y somos conscientes de la fuerza que tenemos. ‘Ahora que sí nos ven’, nos volvemos una ola que arrasa, que cruza mares y fronteras, porque somos ejemplo vivo y en movimiento de que el camino hacia la determinación de ser libres y  estar protegidas por la ley es juntas. Por eso, aunque la mayoría de los días nos sintamos desalentadas, hartas y agobiadas por lo mucho que queda por caminar, este 8M nos dejó, una vez más, un cobijo al que siempre volver para sentirnos refugiadas y con fuerzas de seguir caminando hacia un futuro más justo y más seguro.