Optimismo realista o la clave para gestionar tus propósitos y evitar el sufrimiento

Sublimado con una dosis de esperanza, el optimismo realista es la clave para una correcta gestión de tus objetivos y el secreto para aumentar tus probabilidades de éxito.
Mujer con vestido blanco y pantalones cargo.
Dan Martensen.

A veces cuesta trabajo mantener el optimismo frente a metas tan altas como subir de puesto en el trabajo, iniciar una relación en pareja, empezar un negocio propio, planear una familia, tramitar un divorcio, mudarse de país... Pero más allá de tomar las respectivas decisiones y poner en práctica determinadas acciones, cada reto entraña un proceso crucial que a menudo influye en el resultado: la gestión de expectativas. Este concepto va de la mano de la autoconfianza y lo que esta puede hacer por ti en tu desarrollo personal.

¿Cómo gestionar las expectativas con optimismo realista?

  1. Reconocer lo que está y lo que no está en tu control
  2. Manejar un nivel sano de esperanza en el futuro
  3. Valorar y reconocer el esfuerzo más allá del resultado
1. Reconocer lo que está y lo que no está en tu control

Este aspecto “se complica cuando nuestros propósitos implican variables fuera de nuestro control o áreas en las que tener éxito no solo depende del talento o del esfuerzo personal, sino también de factores como las oportunidades, el contexto o el reconocimiento público. [Más allá del pensamiento que nos ayuda a gestionar la ansiedad por el futuro], hay casos como el emprendimiento, donde aunque tengas una idea innovadora y una buena estrategia de negocio, el éxito de una startup a menudo depende de factores como el clima económico, la competencia en el mercado y las tendencias de consumo, que son impredecibles y volátiles, otro ejemplo es el de las relaciones amorosas: aunque una persona puede esforzarse por ser buena pareja, el éxito no depende únicamente de sus acciones, sino también de la dinámica mutua, los intereses compartidos y la compatibilidad, o las circunstancias externas que pueden influir en ambos”, reconoce Unai Aso, psicólogo de la plataforma virtual Buencoco.

De todas formas, se puede afirmar que, aunque no todo, una gran parte es cuestión de actitud. "Las expectativas tienen un efecto muy poderoso sobre nuestro desempeño cuando perseguimos un objetivo y, por tanto, sobre los resultados (ya hablamos del método Kaizen que te puede ayudar a conseguir tus metas)”, afirma la psicóloga Gloria Zueco, cofundadora del gabinete madrileño Espacio Propio; y así se ha comprobado mediante diversos experimentos.

Por un lado, esta experta alude al efecto Pigmalión: el enorme peso de las aspiraciones ajenas de figuras de referencia sobre el rendimiento individual (como las de los profesores, que influyen en el resultado académico de los alumnos).

Y por otro, habla de la denominada ‘profecía autocumplida’, un fenómeno que “explica nuestra inclinación a construir las condiciones necesarias para confirmar la hipótesis que sostengamos –tenemos más probabilidades de alcanzar la meta si creemos que lo lograremos–; es decir, tendemos a favorecer que se cumplan nuestras previsiones, sean buenas o malas, porque nos organizamos en esa dirección”.

Dan Martensen.
2. Manejar un nivel sano de esperanza en el futuro

En la gestión de expectativas la esperanza es un elemento clave, un aspecto que también se entrena, y “muy importante para establecer y finalmente alcanzar determinados propósitos”, defiende Aso, que trae a colación la teoría de la esperanza de Snyder: “Se resume en marcar metas claras, trazar rutas viables para alcanzarlas, y mantener la motivación y la ‘agencia’ (un término psicológico que equivale a voluntad) para seguir esas vías. También hay estudios que establecen una correlación positiva entre tasas más altas de satisfacción y esperanza, ya que esta última serviría como un amortiguador contra eventos de vida negativos y estresantes”, detalla el profesional de Buencoco. Por último, “la esperanza juega un papel importante en la motivación y la resiliencia, pues puede ser un motor para persistir y no abandonar”, añade.

Por todo lo expuesto, “mantener una actitud positiva, pero realista, es más beneficioso que dar por hecho que no vamos a lograrlo para no decepcionarnos. Así, equilibramos el optimismo con una comprensión práctica de los obstáculos y las limitaciones. Es el llamado optimismo
realista, que permite abordar los objetivos con entusiasmo y perseverancia, al mismo tiempo que se mantiene una conciencia clara de las posibles dificultades. Este enfoque ayuda a evitar la desilusión que puede surgir de expectativas poco realistas, sin caer en el pesimismo, que puede llevar a la parálisis o la evitación”, defiende el psicólogo de Buencoco.

De hecho, Zueco advierte de que “el efecto psicológico de las malas noticias será más duro cuando nos preparamos ‘para lo peor’. Por el contrario, mantener una actitud abierta, e incluso optimista, será la mejor red de seguridad ante un resultado indeseado”.

Dan Martensen.
3. Valorar y reconocer el esfuerzo más allá del resultado

En esta línea de pensamiento optimista y realista se encuentra el ganbaru, un término japonés que, al igual que ikigai o hara hachi bu, esconde un profundo significado. Según Laura Tomàs, cofundadora y directora de Japonismo, un medio especializado en Japón, “ganbaru significa ‘perseverar’ o ‘aguantar’”, con énfasis en la tenacidad y el coraje ante la adversidad durante el trabajo.

“Es un aspecto importante del día a día de los japoneses, una expresión muy utilizada. Quizás demuestra que en algunas ocasiones es más importante el esfuerzo, el haberlo intentado con todas tus fuerzas (haber hecho ese ganbaru), que haber conseguido el éxito”, destaca la experta. Así, mientras en España se suele desear ‘suerte’ –dejando en manos del azar el éxito del resultado–, el ganbaru nipón se proclama “como una inyección de fuerza”, indica Tomàs, pues se detiene en la importancia de centrarse sin detenerse hasta completar una tarea. Es un proceso activo, a diferencia del ‘si Dios quiere’, totalmente pasivo.

En todo caso, Zueco insiste en la importancia de “diferenciar lo que depende de uno mismo; querer no es poder; estar presente a nivel emocional para acompañarnos sin crítica ni juicio –e ir reajustando esfuerzos y objetivos si fuera necesario–; y, por último, entender las expectativas como guía flexible y no como imposición rígida”. Así, en un eventual fracaso, será menos doloroso sustituir las aspiraciones por aceptación.

Cuáles son las 4 claves del optimismo realista

  1. Establecer objetivos realistas: ajustar las expectativas a nuestras habilidades y recursos, y estar dispuesto a cambiarlas”, indica Unai Aso.
  2. Según Gloria Zueco, “hemos de tener presente qué no depende de uno mismo, y sus riesgos sobre el resultado. Es fundamental no frustrarnos ni agotarnos para proteger nuestro amor propio y no responsabilizarnos de lo que no nos corresponde”.
  3. Ser flexibles. Tratar de ver las dificultades como oportunidades de aprendizaje, no como fracasos definitivos. Eso sí, sin llegar a caer en un positivismo ingenuo”, aconseja Aso.
  4. Alinear metas con valores. Cuando el objetivo es relevante (para uno mismo, el trabajo, la familia...) es más fácil motivarse y lograrlo”, apunta Aso. De ahí que Zueco destaque la importancia de “entender nuestras expectativas para evitar que nos presionen y terminen por bloquear nuestros esfuerzos”.

Artículo publicado originalmente en Vogue España, vogue.es.