Claude Montana, el creador de las hombreras exageradas, ha muerto a los 76 años

El diseñador que definió el look de los 80, con siluetas extremas y hombros anchos, ha fallecido, así lo confirmaron los medios franceses. Aquí una retrospectiva de su carrera.
Claude Montana muere el 23 de febrero 2023
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El diario Le Figaro ha confirmado la muerte de Claude Montana, el diseñador francés cuyas siluetas extremas, con énfasis en los hombros anchos, definieron la década de 1980. La noticia llega a mitad de una temporada en la que su obra ha sido referenciada por una nueva generación de talentos de la moda –que al igual que con Alexander McQueen y Nicolas Ghesquière– se inspiran no solo en el trabajo de Montana, sino también en la fuerza y el estilo de una década famosa por modelos despampanantes, revistas lustrosas y pasarelas llenas de fotógrafos.

Montana (conocido por sus amigos como “Clau-Clau”) nació con el nombre de Claude Montamat en París en 1947, el año en que Christian Dior presentó su primera colección en la posguerra, el famoso New Look. Su madre era alemana, mientras que su padre era catalán y había sido soldado.

Al igual que ocurrió con Paco Rabanne, la carrera de Montana empezó en el mundo de la joyería. Tras graduarse, en 1964 Montana se trasladó a Londres, donde conoció a Olivier Echaudemaison, que en ese entonces estilizaba las portadas de la edición británica de Vogue y recurría a las joyas de Montana: “Claude siempre llegaba con el aspecto de un Little Lord Fauntleroy. Tenía el pelo rubio rizado y llevaba un traje de terciopelo y una camisa con volantes. No se parecía en nada al diseñador biker en el que se convirtió luego”, contaba el estilista.

El diseñador se hizo famoso por su estética “biker” refinada.

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De vuelta a París, Claude Montana empezó a trabajar el cuero y durante un tiempo compartió departamento con Thierry Mugler. Ambos tomarían posiciones muy opuestas en la moda, al mismo estilo que Lagerfeld y Saint Laurent décadas atrás.

La periodista Mary Russell introdujo a Montana, que en ese entonces trabajaba para Ferrer y Sentis, a los lectores de Vogue en 1977, en un reportaje sobre talentos emergentes en la capital de la moda.

Montana creció en la industria junto a figuras como Agnes B., Anne-Marie Beretta, Issey Miyake y Jean-Claude de Castelbajac, quien en una ocasión le pidió que desfilara en una de sus colecciones.

Según escribió Russsell: “La vida de Claude Montana no ha cambiado en todos los años que lleva trabajando. Sus tejidos son lanas y sedas naturales y tweeds especiales que se confeccionan en Irlanda. El cuero es su gran amor, y su sentido del color es extraordinario. Para sus desfiles elabora complejos peinados y maquillajes, y todos sus amigos vienen a ayudarle a montar la colección… Sus pieles son caras, pero incluso a precios altos se venden. Él espera que alguien invierta en una de sus chaquetas, pero tiene camisetas muy baratas y preciosas camisas anchas de seda… De nuevo, la misma historia; él propone ropa... la selección y la mezcla dependen de la persona que las compre. Y, como sus colegas, él también vive austeramente, se reúne con unos pocos amigos, le encanta la música, bailar en Nueva York y en la discoteca Le Sept de París, y no cambiaría su vida por todo el dinero del mundo”.

Entre los franceses de esa época, un grupo que llegaría a incluir al diseñador Jean Paul Gaultier, Montana era posiblemente el más urbano y cosmopolita. Montana ponía menos énfasis en la teatralidad del espectáculo, aunque el drama entre bastidores, alimentado por el sexo, las drogas y el alcohol, llegaría a ser de proporciones colosales.

En 1979, con sus líneas, proporciones y gestos, Claude Montana estableció el estilo de la famosa “Década de la Codicia” (los años 80) cuando abrió su propio negocio de prêt-à-porter. En junio de ese año, Vogue reseñó que su espectacular silueta era “el look más comentado de París por su forma y sus hombros anchos”.

En cierto modo, el “nuevo look” de Montana era todo lo opuesto al de Dior, con anchura en la parte superior, estrechamiento en la inferior y énfasis en la cintura, y sus puntos de partida eran muy distintos.

Las flores y una suave feminidad no eran un objeto de estudio para Montana, que a diferencia de Monsieur Dior, era abiertamente homosexual y cuyos gustos se inclinaban más hacia la estética dura y transgresora de Tom of Finland.

El difunto curador Richard Martin se refirió a este aspecto de la obra del diseñador, escribiendo: “Pocos diseñadores han sido atacados con tanta virulencia como Montana, a veces por su proclividad 'gay-clónica' al cuero, por su supuesta misoginia, por su ropa poco práctica, por sus excesivos adornos”. Las chaquetas de cuero tomadas prestadas de la moda masculina (y del mundo de los motociclistas y militares) provocaron una fuerte polémica en la prensa y el mercado estadounidenses en los años 80, cuando Montana se apropió de ellas.

Al incentivar la innovación en la moda masculina en 1981, Montana aplicaba a menudo elementos de mercería a su prêt-à-porter, y el resultado era impregnar sus diseños con poder. Sus detractores decían que los resultados eran caricaturescos, pero la confianza y pureza de su visión son innegables, y sugerían otras formas de existir en el mundo, y/o de dominarlo.

En la obra de Claude Montana no todo era rigor y geometría, como escribió también Martin: “se basaba en espirales circulares y unas pocas líneas fuertes realizadas sobre el cuerpo; el diseñador ponía a menudo esas curvas en una órbita, por así decirlo; había ciertos elementos de ciencia ficción en su obra. Mientras otros diseñadores echan una mirada retrospectiva a un mundo de fantasía pasada (con bustos, corpiños y tul), destaca un diseñador completamente moderno: Claude Montana”, señalaba Vogue en 1986.

Claude Montana, 1995.Getty Images.

Y tal y como dijo el diseñador un año más tarde: “Entre el diseño minimalista y el diseño exagerado hay un equilibrio, que es el futuro”. El ascenso de Montana fue meteórico, pero su caída fue igual de precipitada.

En 1989 fue elegido para suceder a Marc Bohan en Dior, pero se marchó a Lanvin. Poco después las cosas empezaron a retorcerse; se estaba volviendo esquivo en una proporción inversa a la extroversión de su trabajo.

En 1992 finalizó su contrato con Lanvin; al año siguiente, Montana y su musa, la modelo estadounidense Wallis Franken, se casaron de blanco. Tres años más tarde, ella aparecería muerta en el patio de su casa, y en 1997 su negocio estaba en quiebra.

Montana se convirtió, como dijo Natasha Fraser-Cavassoni, en el Greta Garbo de la moda; su influencia era omnipresente, pero su impronta estaba muy alejada de las multitudes enloquecidas que en el pasado clamaban por ver sus desfiles.

Descanse en paz.