¿Podría ser éste el fin de la moda rápida?

No tan rápido, dice Emily Chan, redactora jefe de sostenibilidad y reportajes de Vogue, el reto ante la moda rápida y barata no parece expirar.
Modelo con chamarra de rayas shorts y botas militares
Tom Schirmacher.

La moda rápida ha tocado a su fin. La Generación Z quiere comprar de forma más sostenible, se argumenta, mientras que las ganancias de grandes firmas como Boohoo, Pretty Little Thing y ASOS se han desplomado en los últimos años.

Sin embargo, el hecho de que H&M y Zara hayan obtenido beneficios considerables en los últimos años, combinado con el auge de gigantes de la moda ultrarrápida como Shein (y su reciente viaje viral de influencers), sugiere que el apetito por la ropa barata y de tendencia –la gran mayoría de la cual acaba en vertederos– no va a desaparecer pronto. El hecho de que Shein añada cada día una media de 6.000 nuevos modelos a su sitio web demuestra la magnitud del reto al que nos enfrentamos.

Por eso la Unión Europea ha respaldado una serie de nuevas normas para ‘acabar con la moda rápida’, que incluyen políticas diseñadas para que la ropa sea más duradera, fácil de reutilizar, reciclar y reparar. ‘No podemos seguir con el modelo lineal actual, en el que [los residuos de ropa] se han triplicado en los últimos 20 años’, explica a Vogue Virginijus Sinkevičius, comisario europeo de Medio Ambiente, Océanos y Pesca. ‘Tenemos que abordar [este problema]’.

Pasar de un modelo lineal a otro circular –en el que todas las prendas puedan reutilizarse, reciclarse o sean biodegradables y compostables– es crucial para atajar el impacto de la moda en el planeta. Pero los expertos se preguntan si las propuestas de la UE son suficientes para frenar la moda rápida.

Tom Schirmacher.

‘El problema no es la durabilidad física’, afirma Veronica Bates Kassatly, analista independiente y consultora de moda sostenible, señalando el hecho de que un vestido de encaje saldría peor parado en las pruebas de lavado utilizadas habitualmente para comprobar la durabilidad, en comparación con una prenda de poliéster. ‘Si nos fijamos en los montones de ropa desechada en el desierto de Atacama [Chile] en Ghana o Kenia, no son vestidos de encaje los que se tiran allí. No es la durabilidad física el problema’.

De hecho, un estudio francés de 2022 descubrió que, aunque el 35% de la gente dice que tira su ropa porque está gastada, el 26% afirma que es porque ya no le sienta bien, mientras que el 30% dice que es porque se aburre de ella, lo que sugiere que la durabilidad no es el principal problema. ‘Si más del 50% de la ropa se tira por motivos que no tienen nada que ver con la durabilidad, legislar sobre la durabilidad no va a resolver el problema’, prosigue Bates Kassatly.

Sinkevičius sostiene que los responsables políticos tienen un límite a la hora de abordar el problema de la moda rápida, y sugiere que el comportamiento de los consumidores es un factor crucial: ‘No todo se puede plasmar en políticas’, afirma, ‘al fin y al cabo, también se trata de la elección del consumidor’. Sin embargo, aunque los compradores, sobre todo los más jóvenes, dicen estar preocupados por la sostenibilidad, un estudio reciente reveló que nueve de cada diez jóvenes de la Generación Z siguen comprando moda rápida, lo que sugiere que el comportamiento de los consumidores no cambiará a la velocidad necesaria.

Cabe señalar que la atención que la propuesta de la UE presta a la reventa y la reparación no tiene necesariamente sentido desde el punto de vista económico, teniendo en cuenta los bajos precios a los que se vende la moda rápida. ‘Zara tiene ahora un servicio de reparación […] para que te vuelvan a coser un botón […] para que te vuelvan a corregir el ruedo de un vestido’, teniendo en cuenta que los precios de estos servicios son más altos que el promedio del 70% de las prendas que se venden en tiendas de fast fashion, Kassalty se pregunta: ‘¿Quién va a pagar más por reparar una prenda de lo que pagó por comprarla en primer lugar?’.

Aunque Francia acaba de anunciar un nuevo plan para subvencionar las reparaciones de prendas de vestir, está por ver si compensará el esfuerzo necesario para arreglar una prenda, si ésta no era especialmente valiosa en primer lugar.

Aunque los expertos son escépticos sobre si las directrices de diseño ecológico de la UE tendrán un impacto significativo en la moda rápida, hay más esperanza para sus propuestas de responsabilidad ampliada del productor (RAP), que harían a los minoristas financieramente responsables de la recogida, clasificación y reciclaje de las prendas al final de su vida útil. Aunque aún no se han hecho públicos los detalles de los planes, esto podría incentivar a las marcas a producir menos. ‘Queda por ver la cuantía de las tasas que se impondrán a las marcas, ya que esto será decisivo para ver qué diferencia marca’, afirma George Harding-Rolls, director de campañas de la Changing Market Foundation. ‘Si las tasas son insignificantes, puede que todo siga igual’.

Mientras tanto, preocupa si el reglamento RAP ayudaría a los países –principalmente del Sur Global– que actualmente soportan la mayor parte de los residuos textiles del mundo. 'Si bien la propuesta reconoce el daño ambiental causado por los desechos de la moda en lo que la propuesta llama 'terceros países', lo que falta es la voluntad de incorporar las realidades de las personas más profundamente afectadas por la crisis de los desechos de la moda y apoyar las soluciones que se perfilan en esas comunidades', comenta Branson Skinner, cofundador y productor ejecutivo de The Or Foundation, una organización sin fines de lucro que ayuda a los afectados por el enorme problema de los desechos textiles en el mercado de Kantamanto en Ghana.

Ciara Barry, codirectora de la campaña Good Clothes Fair Pay, afirma que ‘Millones de mujeres de todo el mundo confeccionan nuestra ropa, pero la inmensa mayoría gana tan poco que están atrapadas en la pobreza. Las fábricas se ven presionadas para producir más ropa con menos dinero y menos tiempo, lo que en última instancia conduce a la sobreproducción y a la imposibilidad de pagar a los trabajadores de la confección un salario digno. Pagar salarios justos es uno de los mecanismos más eficaces que tenemos para frenar la industria de la moda y reducir no sólo la pobreza de los trabajadores de la confección, sino también la sobreproducción masiva’.

Aunque las propuestas de la UE son un comienzo, está claro que no van lo suficientemente lejos como para frenar realmente el auge de la moda rápida –y ultrarrápida–. ‘Si no se aborda la sobreproducción, no se pondrá fin a la moda rápida’, concluye Skinner.

Artículo originalmente publicado en British Vogue, vogue.co.uk