La vitamina D no es una vitamina como las demás. Y con razón: podemos sintetizarla en cantidades suficientes bajo la acción del sol. Así que, en teoría, no es imprescindible tomar vitamina D en nuestra alimentación diaria. Sin embargo, la Academia de Medicina francesa afirma que el 80% de la población francesa sufre deficiencia de vitamina D.
La falta de exposición al sol y los alimentos demasiado pobres en vitamina D son las dos razones principales por las que es absolutamente imprescindible complementar la alimentación con fórmulas bien estudiadas y evitar ciertas conductas.
5 errores fáciles de evitar para evitar la carencia de vitamina D
El magnesio es esencial para el correcto metabolismo de la vitamina D y su transporte en la sangre. Por tanto, una carencia de magnesio agrava una carencia de vitamina D. Así que, si tienes otros síntomas de deficiencia de magnesio, es probable que tus niveles de vitamina D también estén bajos.
Las dosis elevadas de vitamina D tomadas en una sola toma, como en cápsulas o apolletas de más de 100.000 UI, son menos eficaces que la toma diaria de una dosis pequeña para mantener un nivel constante en la sangre a largo plazo. Las megadosis deben reservarse a los casos de carencia grave, bajo prescripción médica.
La vitamina D es una vitamina liposoluble, lo que significa que se disuelve en los lípidos. Por eso se presenta generalmente en una fórmula oleosa. Pero para optimizar su absorción, también se recomienda tomarla con una comida que contenga alimentos ricos en “grasas buenas”. Aguacate, semillas, frutos secos, caballa, sardinas, salmón, aceites vegetales, etc.
La vitamina D interviene en el metabolismo óseo, en particular aumentando la absorción intestinal del calcio e, indirectamente, del fósforo. La vitamina K, por su parte, interviene en la fijación del calcio en los huesos. Actuando en sinergia, las dos vitaminas son, por tanto, esenciales para una buena salud ósea.
Actualmente, la única manera de saber si tiene deficiencia de vitamina D es hacerse un análisis de sangre. Un nivel superior a 30 ng/ml se considera óptimo, pero es importante comprobarlo con un análisis clínico antes de tomar suplementos.
Artículo publicado originalmente en Vogue Francia, vogue.fr.