Camino al trabajo y me regreso a casa caminado, y mi vida cambió por completo

Caminar es mucho más agradable, por distintas razones. Así que, la próxima vez que vayas a la oficina, ¿por qué no lo haces a pie? Puede ser que te termine encantando.
Caminar al trabajo a diario todos los beneficios
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Cuando empecé a trabajar en Vogue, en 2017, vivía en el barrio Surrey Quays, al sureste de Londres. El trayecto matutino hasta las oficinas de Vogue House parecía ser algo sencillo, en teoría todo consistía en una corta caminata hasta la estación de metro Canada Water y luego un viaje de 13 minutos en metro hacia Bond Street, y desde allí la oficina está a la vuelta de la esquina.

Pero la realidad aquello resultaba cualquier cosa menos sencilla. Por alguna razón, todas las mañanas, por muy temprano que saliera de casa, siempre había una multitud gigantesca afuera de la estación Canada Water. Para evitar el hacinamiento en el andén, sólo funcionaba una taquilla, por lo que me tardaba una eternidad en bajar a los trenes. Después me enfrentaba a una auténtica batalla para subir al vagón, con la gente apretada como sardinas y empujando a los que salían intentando abrirse paso. Llegaba al trabajo muy estresada, pero sentía que no tenía otra opción. Al fin y al cabo, todo el mundo enfrenta a un trayecto igual de infernal a este, ¿cierto?

Un año después, me mudé a Oval y me di cuenta de que había un autobús que me llevaba directamente desde la puerta de mi casa hacia la oficina en media hora. Por fin conseguiría un asiento, y en mi mente imaginaba que leería de camino al trabajo. Una vez más, la realidad no estuvo a la altura de las expectativas: El autobús estaba siempre abarrotado de jóvenes escolares; a veces no podía subirme a uno y tenía que esperar al siguiente; y cuando lo conseguía y quería ubicarme en un asiento, ya había pasado mucho tiempo de pie y ya estaba a punto de bajarme.

Además, los autobuses parecían estar siempre desviados de su ruta original y a veces terminaban abruptamente, sin ninguna explicación, solo un anuncio del chofer de “bajar aquí, fin del recorrido”. Con todas las esperas y retrasos, a veces el viaje duraba casi una hora. Era una forma mejor y menos agotadora de ir al trabajo, pero la frustración era la misma.

Después de un largo día, lo último que quería era volver a tomar ese autobús, así que, al cabo de un rato, decidí volver a casa caminando. Era una ruta pintoresca (a través de Mayfair, pasando por St James's Park y la abadía de Westminster) cruzando también por el puente de Lambeth y bajando por Kennington; y me tardé una hora y diez minutos. A veces escuchaba un podcast, mantenía una larga conversación telefónica con un amigo o simplemente veía cómo se encendían las luces de la ciudad al caer la noche.

Se trata de un ejercicio meditativo.

Edward Berthelot

Al cabo de unas semanas, me sabía la ruta de memoria y me podía desconectar. Era algo meditativo, la forma perfecta de relajarse después del trabajo. A veces, la caminata también me ayudaba creativamente: Cuando me atascaba con algo en lo que estaba escribiendo, pensaba al respecto durante el paseo y se resolvía rápidamente.

Cuando llegaba a casa, sentía que ya lo había escrito en mi cabeza. Y físicamente, me sentía muy bien. Antes iba al gimnasio de vez en cuando, pero siempre me parecía un gran esfuerzo. Ahora es algo que puedo hacer todos los días, algo que pude incorporar a mi rutina, de modo que empecé a hacerlo casi sin pensarlo. Incluso si tenía planes después del trabajo, iba al cine, al teatro o a cenar (siempre que no fuera demasiado tarde), volvía a casa caminando.

Luego se vino la pandemia que, durante un tiempo, puso fin a mis largas caminatas. Sin embargo, cuando volví a asistir a las oficinas de Vogue House, vivía en Bermondsey y me di cuenta de que si volvía a casa caminando, tardaría casi lo mismo. Lo hice y, al cabo de unos años, en enero de 2023 decidí que era hora de subir la apuesta: ¿podría ir caminando al trabajo y regresar caminando casa?

La mayoría de las personas importantes de mi vida estaban preocupadas. ¿No estaría doblemente cansada si lo hacía? ¿No era demasiada distancia para caminar en un solo día? ¿No tendría que levantarme mucho antes? No estaba segura de nada, pero quería intentarlo.

Decidí empezar el primer día laborable del año porque sabía que no podía ser el día más lúgubre: Estaba muy oscuro todo en la mañana y hacía frío y todos los transeúntes que se me cruzaba parecían agobiados por la tristeza habitual que nos invade después de las fiestas, pero me sorprendió lo bien que yo me sentía.

Mi nueva ruta me llevó por Bermondsey Street, a través de Borough Market, pasando por Shakespeare's Globe, el Tate Modern y el National Theatre, cruzando el puente de Waterloo, atravesando Leicester Square y subiendo por Regent Street. Sentí como si estuviera viendo y apreciando todo por primera vez en Londres.

Al cruzar el puente de Waterloo, el sol me cegó de repente. Miré a mi alrededor: Estaban los edificios Shard, el Canary Wharf, los rascacielos de la City y St Paul's a mi derecha, y el Big Ben, Westminster y el London Eye a mi izquierda. Tenía la ciudad para mí sola.

Cuando llegué a la oficina, me sentía con energía y lista para empezar la jornada, en lugar del aturdido y agotador trayecto que siempre había conocido para poder desplazarme hacia el trabajo.

Tras semanas, y luego meses, de llegar caminando (y devolverme caminando hasta la casa), pude disipar los temores de mis amigos: No me sentía cansada por las mañanas, sino todo lo contrario, y me di cuenta de que por las tardes empezaba a sentirme (ligeramente más) cansada y ya lista para dormir. Incluso empecé a dormir mejor. Y me despertaba a la misma hora (7 de la mañana) la misma que si tuviera que tomar el autobús o el metro.

Con el transporte público, teniendo en cuenta los retrasos habituales, mi trayecto duraba entre 40 minutos y una hora; a pie sólo tardaba 10 minutos más, y no me estresaba porque tenía garantizado que llegaría a la oficina a la misma hora todos los días.

Cabe añadir que NO iba y volvía caminando todos los días. Como muchos otros empleados en todo el mundo, en Vogue House trabajamos desde la oficina tres días a la semana y desde casa los otros dos.(También había días en los que había demasiada tormenta como para ir caminando (aunque no me importaba un poco de llovizna, siempre que tuviera un paraguas), y otros días en los que una noche muy larga en la oficina me obligaba a tomar el metro, pero eran excepciones, no era un hábito regular.

Ahora, más de un año después, no concibo mi rutina de otra manera. Doy una media de 12,000 pasos al día (frente a los 4,000 que daba cuando iba al trabajo en transporte público) y noto la diferencia en mi cuerpo: Estoy más fuerte, tengo más energía, estoy mucho menos aletargada.

Ahora no concibo mi rutina de otra manera.

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Antes me despertaba con una pequeña molestia en la espalda, la rodilla o el pie, pero ahora al caminar, el simple hecho de poner un pie delante del otro, parece solucionarlo todo. Siento que mi cuerpo se realinea, se recalibra, cuando me muevo a diario.

También, como mucha gente, padezco de trastorno afectivo estacional y he descubierto que esta rutina disminuye sus efectos. A menudo, en invierno, no pasaba nada de tiempo al aire libre durante el día (iba y venía del trabajo a oscuras y quizá salía a comer algo), pero ahora tengo una hora obligatoria de luz y aire fresco cada mañana. Sí, a veces hace frío, pero me abrigo bien y después de caminar unos 20 minutos suelo estar más calientita.

Y también siento los beneficios en la salud mental durante todo el año. Mis paseos me proporcionan una pausa autoimpuesta, un período de tiempo que puedo utilizar para reflexionar, pero no para escribir, responder a mis correos electrónicos personales, trabajar en una lista de tareas pendientes o ver las noticias sin pensar mucho. En un mundo en el que todo es incierto y eso nos induce a la ansiedad, también esta caminata es algo que me da cierta coherencia y estabilidad. Es algo que me encanta, algo que espero con impaciencia, algo que hago sólo para mí y por mí.

Después de un tiempo, empecé a caminar más los fines de semana y a tomar autobuses y el metro sólo cuando me alejaba mucho. Con el tiempo, me he dado cuenta de que caminar me ha ayudado a conocer la ciudad mucho mejor y a quererla mucho más. Cuando vas en metro de un sitio a otro, sueles llevar gringolas puestas; pero cuando caminas, puedes ver los lugares a los que no tendrías otra razón para visitar: Las plazas desiertas y frondosas de Bloomsbury o las calles tranquilas cerca del Barbican. Tropiezas con restaurantes y cafés de los que nunca habías oído hablar. Y te das cuenta de que gran parte de Londres, lejos de las grandes y bulliciosas avenidas principales, es una ciudad tranquila, serena e increíblemente pintoresca.

Ah, y el dinero que me he ahorrado caminando es asombroso. Me costaba más de 25 dólares tomar el metro para ir y volver de la oficina tres días a la semana, pero ahora gasto menos de 25 dólares al mes en viajes en total. En plena crisis de inflación, cuando las tarifas de todo suben rápidamente, no es poca cosa.

No soy la única persona del equipo de Vogue que lo hace. Cuando Jessie Heyman, Editora Ejecutiva de Vogue Estados Unidos, estuvo en Londres para Vogue World el otoño pasado, descubrimos que las dos empleábamos exactamente el mismo tiempo caminando al trabajo cada mañana. La ruta de Jessie, desde su casa en Brooklyn hasta las oficinas de Vogue en el One World Trade Center, la llevan a caminar por el puente de Brooklyn: “Así que, independientemente de lo que me depare el día, todo empieza espectacularmente fuerte”, me escribe ella desde Nueva York.

Para Jessie, la decisión de empezar a caminar vino motivada por el regreso de su equipo a la oficina tras la pandemia: “Cuando regresamos a la oficina, quería encontrar formas de limitar mi tiempo en espacios cerrados, concretamente en el metro de Nueva York”, añade. “Caminar me da control sobre mis movimiento, al mismo tiempo que me permite sentirme conectada con la ciudad”.

Y esa es la cuestión: mucha gente no tiene realmente la opción de ir andando al trabajo: Viven demasiado lejos de su lugar de trabajo; el trayecto no les parece factible (yo tengo la suerte de que el mío suele estar bien iluminado y es seguro incluso de noche); no tienen tiempo (aunque, si tienes la costumbre de ir a clases en el gimnasio después del trabajo y luego volver a casa caminando, yo diría que quizá sí); o tienen otras responsabilidades que les impiden ir andando al trabajo; o tienen otras responsabilidades que consumen totalmente sus horas no laborales...

Pero le prometo que es posible encontrar la forma de caminar al trabajo. Si no puedes ir caminando ¿podrías ir en bicicleta? ¿Podrías incluso, como hace una de mis compañeras, tomar el metro la mayor parte del trayecto y luego caminar los últimos 25 minutos hasta la oficina en vez de solo tomar un autobús? Incluso eso puede suponer una gran diferencia en tu hora de empezar el día.

Así que, si hay algo que quieres implementar en este 2024 por tu bienestar, te animo a que camines (o montes en bici, hagas footing o lo que sea) con más frecuencia. Creo que la mayoría de las veces optamos por el transporte público sin pensarlo dos veces porque es a lo que estamos acostumbrados.

Tengo colegas que toman el metro solo una parada, por ejemplo, de Oxford Circus a Tottenham Court Road (un trayecto de 3 minutos que solo les tomaría 10 minutos caminando) sólo porque les parece que es la ruta más rápida. Pero caminar es casi siempre mucho más agradable. Así que, la próxima vez que planees un viaje, ¿por qué no lo haces a pie? Nunca se sabe, puede ser que te termine encantando la experiencia.

Artículo originalmente publicado en Vogue UK, vogue.co.uk.